jueves, 9 de febrero de 2012

Parte 3: Cara a cara

Julián estaba atado a la silla de Carlos en despacho de la vieja fábrica. Tenía un corte en la cabeza que se hizo cuando lo sacaban del maletero. Dos de los matones estaban sentados en la mesa y el otro estaba tras la puerta. Julian le vio hablando por el móvil. Se sentía mareado. Le dolía la cabeza y le costaba respirar, la mordaza que le habían puesto no ayudaba. Intentó levantarse.

- ¡Quieto! - Le gritó uno de los matones. El otro río.
- No va a ir a ninguna parte, está bien sujeto.
Julián forcejeaba e intentaba soltarse hasta que en uno de sus vaivén la silla se inclinó demasiado y cayó. "Jajaja" rieron los matones. En ese momento se abrió la puerta y entró el tercero.
- ¿Que hacéis? Levantadle, si le pasa algo no tendrá nada de valor.

Se oyeron unos pasos que se iban acercando a la oficina. Un paso, otro y el clac de un bastón apoyado con fuerza. Se detuvo en la puerta abierta.

- ¿Qué hace en el suelo? ¿y esa herida? Creo que dejé claro que no debía de ser lastimado. - Era una voz serena pero el tono dejaba ver la peligrosidad de quién enviaba el mensaje.
- Lo siento, fue un accidente - dijo uno de los matones, mientras levantaba a Julián.
- Que no haya ninguno más. - Dijo tajante. - Ahora esperemos, el viejo no tardará en llegar. Mientras pongamos algo de música, dicen que amansa a las fieras y esta está muy inquieta por lo que veo. - Levantó con el bastón la cabeza de Julián que, mareado, intentaba centrarse en lo que estaba ocurriendo. Todo parecía irreal.

Luis y Carlos iban en el coche de este último hacia la fábrica. Mientras se equipaban en casa del viejo librero llamaron al teléfono y una voz distorsionada les dijo que Julián estaba bien y que debían presentarse en la vieja fábrica. No pidieron nada más. Luis cogió su vieja escopeta de caza y un cuchillo que utilizaba para las presas. Entregó otro a Carlos.

Era ya tarde cuando llegaron a la fábrica. En la puerta uno de los matones les esperaba.
- Bueno aquí estamos - dijo Carlos
- Seguidme - Contesto el matón.
Los llevó hasta la oficina. Mientra se acercaban el sonido de El Danubio Azul de Strauss se iba intensificando.
Les guió directamente hasta la oficina.
- Tu te quedás aquí le dijo a Carlos. Entra viejo.

Luis entró. La estancia estaba vacía, excepto por alguien sentado en la silla de Carlos de espaldas a el.
- ¿Donde está mi nieto?
- Luis, Luis, Luis viejo amigo, saluda al menos. - La silla se giró y mostró a Miguel sentado en ella.
- Así que esto es cosa tuya. Te lo repetiré ¿Donde esta mi nieto?
- Esta bien, está ahí fuera, con mis empleados. Enseguida lo soltaré.
- ¿A que juegas?
- Jaja Luis, Luis, Luis no puedes esperar que te presentes en mi casa, con el inútil de mi nieto a exigirme algo a mi sin que tenga consecuencias.
- Te denunciaré
- La policía es mía. Mando en este pueblo y lo sabes. Nunca has confiado en la policía, no cambies ahora de opinión.
- ¿Que quieres?
- Oh nada en especial, solo que aprendas con quién te metes.
- Tu deberías de saberlo también - dijo y le apuntó con la escopeta.
- No vas a disparar, te conozco Luis.
- No estés tan seguro, soy viejo ni siquiera iría a la cárcel.
- Jaja Serías igualmente un asesino. Tu conciencía te mataría.
- Soy viejo, no me queda mucho igualmente.
- ¿Y dejarías a tu nieto solo con unos padres adictos al trabajo que nunca están?
Luis no puedo más que gruñir. Bajo el arma.
- Así me gusta, bueno como siempre.
- Dame a mi nieto y nos iremos de aquí. Y deshazte de esos matones.
- ¿Has aprendido la lección, viejo amigo?
Luis volvió a gruñir y salió del cuarto.
- ¡Julián!- gritó.
- ¡Aquí! - Le contestó una voz.

Luis se dirigió hacía el lugar de donde provenía la voz. Allí estaban los tres matones uno sostenía una cuerda atada al cuello de Julián y otros agarraban a Carlos, que forcejeaba.
- Soltadlos - ordenó Luis. Los matones le miraron con desprecio y los agarraron con más fuerza.
- Hacedlo - Miguel apareció tras Luis - pero solo a Julián, con mi nieto aún no hemos terminado.
- Debería haber sabido que estarías detrás de esto, odias que te digan que debes hacer. Viejo chiflado.
- Calla, ahora iré contigo. Sabría que vendrías corriendo a por tu amiguito. Me extraña que no me hayas llamado lloriqueando. De todas formas ahora recibirás tu lección. Soltad al otro.
Soltaron a Julián que rápidamente se quitó la cuerda del cuello y corrió junto a su abuelo.
- ¿Estás bien?
- Si... vayámonos. - le contestó Julián agarrandose con fuerza del brazo de Luis. Aún estaba algo mareado.
- ¿Qué le vas a hacer? - le preguntó Luis a Miguel.
- Recibirá una lección. No debe inmiscuirse en los asuntos de los mayores y debe de aprender que no se perdona que algo de lo que se encarga pierda dinero. - Miró a los matones y asintió. El que estuvo vigilando a Julián se acercó y le golpeó en el estómago.
- ¡Quieto! - Grito Luis y le apuntó con la escopeta.
- Otra vez no Luis... - Dijo Miguel
- Esta vez dispararé, a nadie le importa un despojo como ese.
- Esta bien... soltadle.
Le soltarón y Carlos cayó al suelo, le costaba respirar. Julián se acercó a el y le ayudó a levantarse.
- Vamos
Cuando pasaban junto a Miguel este le habló a Carlos.
- Espero que hayas aprendido la lección. El lunes quiero verte aquí. 
- No me volverás a ver carcamal. No pienso poner los pies donde tu estés. - Miguel levanto una ceja sorprendido.
- ¿Dejarás de trabajar para mi? Vaya, parece que el muchacho ha crecido. Veremos cuanto tardas en volver gimiendo bajo la sombra de mi fortuna y mi poder. Jajaja. Luis nos veremos pronto. - Se giró y se marchó a paso rápido, los matones le siguieron.
- Vayámonos - instó Luis.

Salieron de la fábrica. Ambos muchachos montaron en la parte de atrás del coche y Luis condució. Fueron a casa del viejo librero. Nadie habló durante el trayecto. Cuando llegaron Julián vio la librería arrasada por las armas y comenzó a llorar. Su abuelo lo rodeo con el brazo y subieron a la casa.
- Pagará por tu negocio abuelo, juro que lo hará - Estaban los tres sentados en butacones entorno a una pequeña mesa. Tres cafés humeaban ante ellos.
- No hijo, no. No te preocupes por eso el seguro se encargará. Además Miguel es demasiado poderoso en esta ciudad como para enfrentarse a el. Déjalo estar.
- Pero...
- He dicho que no, Julián. Prométeme lo - Julián bufó.
- Como quieras.
- Mejor así. ¿Que harás ahora Carlos? - preguntó Luis.
- Me iré fuera. Tengo algo de dinero ahorrado y aprovecharé para viajar.
- No esta mal eso no - Dijo Luis recostándose en el butacón y cerrando los ojos.
- Tienes carnet ¿verdad Julián?
- Si ¿por... - Su respuesta se vio interrumpida. Carlos le había tirado las llaves de su coche.
- Ahora es tuyo.
- Pero...
- Es una pequeña compensación por la estupidez de mi abuelo, aunque nada podrá compensar lo que ese viejo inútil te a hecho.
- Gracias... - susurro Julián sorprendido.

Tiempo después...

Julián y Carolina estaban en una cafetería tomando un café. Hacia tiempo que no hablaban y se ponían al día.
- ¿Que tal va el coche?
- Es una maravilla, se ve que Carlos no andaba corto de dinero cuando lo compró.
- Jajaja si.
- ¿Sabes algo de el?
- Creó que esta asentado en París. Habla maravillas de la ciudad... y de sus chicas.
- Vaya, no ha perdido el tiempo. - Río Julián.
- No, desde luego que no. Pero que le vamos a hacer - suspiró.
- ¿Tu como estás? ¿Le echas de menos?
- Un poco si... pero no creo que hubiera funcionado. A veces  era demasiado "niño rico" para mi.
- ¡Vaya! que pena - Julián bebió café para ocultar una sonrisa - ¿Sabes que me tienes a mi, verdad?
- Jajaja si lo sé. Oye me han dicho que hay una película bastante buena recién estrenada, vayamos a verla.
- ¿Solos?
- Si - Dijo Carolina y le guiñó un ojo.


FIN (por el momento)

Salto en el tiempo

Nunca se para el tiempo. Mas en aquel abrazo si lo hizo. "Pediría al dios Chronos que parara el tiempo en este abrazo" Susurre... Quizás lo hizo, no lo se, pero luego tal vez si que olvidó dar cuerda a su reloj y que el mundo volviera a girar.

Cierro los ojos y veo el mundo real, como gira, como avanza. Me marea pero disfruto. Siento la fuerza y la alegría queda el paso del tiempo en mi mente curiosa. Abro los ojos y el frenazo hace que mueva mi cuerpo llevado por las leyes de la física. Miró a mi alrededor, me miro a mi mismo y veo que todo sigue igual de estanco, tan parado como desde aquel momento en el que jugué con el tiempo. Pero la luz entra por la ventana yo me asomo y veo como en ese mísero pestañeo, en ese momento valiente en el que me entrego a la velocidad del mundo, no veo sino que ha pasado una hora, un día, un mes... un año.

Quisiera ser tan valiente como para cerrar los ojos y huir a ese mundo que corre a tal velocidad que marea, quisiera... quisiera que me cogieran la mano y me susurran "ve no tengas miedo, estaré a tu lado".

Pero corre demasiado para que me agarren la mano, para ser tan valiente como para saltar a esa pelota impulsada por los brazos del poderoso titan que es Atlas. Por eso prefiero mantener mis ojos abiertos, antes de volar directo a la segunda estrella a la derecha directo hacia el amanecer, y mantenerme seguro en mi tiempo estanco, pero seguro.