jueves, 9 de febrero de 2012

Parte 3: Cara a cara

Julián estaba atado a la silla de Carlos en despacho de la vieja fábrica. Tenía un corte en la cabeza que se hizo cuando lo sacaban del maletero. Dos de los matones estaban sentados en la mesa y el otro estaba tras la puerta. Julian le vio hablando por el móvil. Se sentía mareado. Le dolía la cabeza y le costaba respirar, la mordaza que le habían puesto no ayudaba. Intentó levantarse.

- ¡Quieto! - Le gritó uno de los matones. El otro río.
- No va a ir a ninguna parte, está bien sujeto.
Julián forcejeaba e intentaba soltarse hasta que en uno de sus vaivén la silla se inclinó demasiado y cayó. "Jajaja" rieron los matones. En ese momento se abrió la puerta y entró el tercero.
- ¿Que hacéis? Levantadle, si le pasa algo no tendrá nada de valor.

Se oyeron unos pasos que se iban acercando a la oficina. Un paso, otro y el clac de un bastón apoyado con fuerza. Se detuvo en la puerta abierta.

- ¿Qué hace en el suelo? ¿y esa herida? Creo que dejé claro que no debía de ser lastimado. - Era una voz serena pero el tono dejaba ver la peligrosidad de quién enviaba el mensaje.
- Lo siento, fue un accidente - dijo uno de los matones, mientras levantaba a Julián.
- Que no haya ninguno más. - Dijo tajante. - Ahora esperemos, el viejo no tardará en llegar. Mientras pongamos algo de música, dicen que amansa a las fieras y esta está muy inquieta por lo que veo. - Levantó con el bastón la cabeza de Julián que, mareado, intentaba centrarse en lo que estaba ocurriendo. Todo parecía irreal.

Luis y Carlos iban en el coche de este último hacia la fábrica. Mientras se equipaban en casa del viejo librero llamaron al teléfono y una voz distorsionada les dijo que Julián estaba bien y que debían presentarse en la vieja fábrica. No pidieron nada más. Luis cogió su vieja escopeta de caza y un cuchillo que utilizaba para las presas. Entregó otro a Carlos.

Era ya tarde cuando llegaron a la fábrica. En la puerta uno de los matones les esperaba.
- Bueno aquí estamos - dijo Carlos
- Seguidme - Contesto el matón.
Los llevó hasta la oficina. Mientra se acercaban el sonido de El Danubio Azul de Strauss se iba intensificando.
Les guió directamente hasta la oficina.
- Tu te quedás aquí le dijo a Carlos. Entra viejo.

Luis entró. La estancia estaba vacía, excepto por alguien sentado en la silla de Carlos de espaldas a el.
- ¿Donde está mi nieto?
- Luis, Luis, Luis viejo amigo, saluda al menos. - La silla se giró y mostró a Miguel sentado en ella.
- Así que esto es cosa tuya. Te lo repetiré ¿Donde esta mi nieto?
- Esta bien, está ahí fuera, con mis empleados. Enseguida lo soltaré.
- ¿A que juegas?
- Jaja Luis, Luis, Luis no puedes esperar que te presentes en mi casa, con el inútil de mi nieto a exigirme algo a mi sin que tenga consecuencias.
- Te denunciaré
- La policía es mía. Mando en este pueblo y lo sabes. Nunca has confiado en la policía, no cambies ahora de opinión.
- ¿Que quieres?
- Oh nada en especial, solo que aprendas con quién te metes.
- Tu deberías de saberlo también - dijo y le apuntó con la escopeta.
- No vas a disparar, te conozco Luis.
- No estés tan seguro, soy viejo ni siquiera iría a la cárcel.
- Jaja Serías igualmente un asesino. Tu conciencía te mataría.
- Soy viejo, no me queda mucho igualmente.
- ¿Y dejarías a tu nieto solo con unos padres adictos al trabajo que nunca están?
Luis no puedo más que gruñir. Bajo el arma.
- Así me gusta, bueno como siempre.
- Dame a mi nieto y nos iremos de aquí. Y deshazte de esos matones.
- ¿Has aprendido la lección, viejo amigo?
Luis volvió a gruñir y salió del cuarto.
- ¡Julián!- gritó.
- ¡Aquí! - Le contestó una voz.

Luis se dirigió hacía el lugar de donde provenía la voz. Allí estaban los tres matones uno sostenía una cuerda atada al cuello de Julián y otros agarraban a Carlos, que forcejeaba.
- Soltadlos - ordenó Luis. Los matones le miraron con desprecio y los agarraron con más fuerza.
- Hacedlo - Miguel apareció tras Luis - pero solo a Julián, con mi nieto aún no hemos terminado.
- Debería haber sabido que estarías detrás de esto, odias que te digan que debes hacer. Viejo chiflado.
- Calla, ahora iré contigo. Sabría que vendrías corriendo a por tu amiguito. Me extraña que no me hayas llamado lloriqueando. De todas formas ahora recibirás tu lección. Soltad al otro.
Soltaron a Julián que rápidamente se quitó la cuerda del cuello y corrió junto a su abuelo.
- ¿Estás bien?
- Si... vayámonos. - le contestó Julián agarrandose con fuerza del brazo de Luis. Aún estaba algo mareado.
- ¿Qué le vas a hacer? - le preguntó Luis a Miguel.
- Recibirá una lección. No debe inmiscuirse en los asuntos de los mayores y debe de aprender que no se perdona que algo de lo que se encarga pierda dinero. - Miró a los matones y asintió. El que estuvo vigilando a Julián se acercó y le golpeó en el estómago.
- ¡Quieto! - Grito Luis y le apuntó con la escopeta.
- Otra vez no Luis... - Dijo Miguel
- Esta vez dispararé, a nadie le importa un despojo como ese.
- Esta bien... soltadle.
Le soltarón y Carlos cayó al suelo, le costaba respirar. Julián se acercó a el y le ayudó a levantarse.
- Vamos
Cuando pasaban junto a Miguel este le habló a Carlos.
- Espero que hayas aprendido la lección. El lunes quiero verte aquí. 
- No me volverás a ver carcamal. No pienso poner los pies donde tu estés. - Miguel levanto una ceja sorprendido.
- ¿Dejarás de trabajar para mi? Vaya, parece que el muchacho ha crecido. Veremos cuanto tardas en volver gimiendo bajo la sombra de mi fortuna y mi poder. Jajaja. Luis nos veremos pronto. - Se giró y se marchó a paso rápido, los matones le siguieron.
- Vayámonos - instó Luis.

Salieron de la fábrica. Ambos muchachos montaron en la parte de atrás del coche y Luis condució. Fueron a casa del viejo librero. Nadie habló durante el trayecto. Cuando llegaron Julián vio la librería arrasada por las armas y comenzó a llorar. Su abuelo lo rodeo con el brazo y subieron a la casa.
- Pagará por tu negocio abuelo, juro que lo hará - Estaban los tres sentados en butacones entorno a una pequeña mesa. Tres cafés humeaban ante ellos.
- No hijo, no. No te preocupes por eso el seguro se encargará. Además Miguel es demasiado poderoso en esta ciudad como para enfrentarse a el. Déjalo estar.
- Pero...
- He dicho que no, Julián. Prométeme lo - Julián bufó.
- Como quieras.
- Mejor así. ¿Que harás ahora Carlos? - preguntó Luis.
- Me iré fuera. Tengo algo de dinero ahorrado y aprovecharé para viajar.
- No esta mal eso no - Dijo Luis recostándose en el butacón y cerrando los ojos.
- Tienes carnet ¿verdad Julián?
- Si ¿por... - Su respuesta se vio interrumpida. Carlos le había tirado las llaves de su coche.
- Ahora es tuyo.
- Pero...
- Es una pequeña compensación por la estupidez de mi abuelo, aunque nada podrá compensar lo que ese viejo inútil te a hecho.
- Gracias... - susurro Julián sorprendido.

Tiempo después...

Julián y Carolina estaban en una cafetería tomando un café. Hacia tiempo que no hablaban y se ponían al día.
- ¿Que tal va el coche?
- Es una maravilla, se ve que Carlos no andaba corto de dinero cuando lo compró.
- Jajaja si.
- ¿Sabes algo de el?
- Creó que esta asentado en París. Habla maravillas de la ciudad... y de sus chicas.
- Vaya, no ha perdido el tiempo. - Río Julián.
- No, desde luego que no. Pero que le vamos a hacer - suspiró.
- ¿Tu como estás? ¿Le echas de menos?
- Un poco si... pero no creo que hubiera funcionado. A veces  era demasiado "niño rico" para mi.
- ¡Vaya! que pena - Julián bebió café para ocultar una sonrisa - ¿Sabes que me tienes a mi, verdad?
- Jajaja si lo sé. Oye me han dicho que hay una película bastante buena recién estrenada, vayamos a verla.
- ¿Solos?
- Si - Dijo Carolina y le guiñó un ojo.


FIN (por el momento)

Salto en el tiempo

Nunca se para el tiempo. Mas en aquel abrazo si lo hizo. "Pediría al dios Chronos que parara el tiempo en este abrazo" Susurre... Quizás lo hizo, no lo se, pero luego tal vez si que olvidó dar cuerda a su reloj y que el mundo volviera a girar.

Cierro los ojos y veo el mundo real, como gira, como avanza. Me marea pero disfruto. Siento la fuerza y la alegría queda el paso del tiempo en mi mente curiosa. Abro los ojos y el frenazo hace que mueva mi cuerpo llevado por las leyes de la física. Miró a mi alrededor, me miro a mi mismo y veo que todo sigue igual de estanco, tan parado como desde aquel momento en el que jugué con el tiempo. Pero la luz entra por la ventana yo me asomo y veo como en ese mísero pestañeo, en ese momento valiente en el que me entrego a la velocidad del mundo, no veo sino que ha pasado una hora, un día, un mes... un año.

Quisiera ser tan valiente como para cerrar los ojos y huir a ese mundo que corre a tal velocidad que marea, quisiera... quisiera que me cogieran la mano y me susurran "ve no tengas miedo, estaré a tu lado".

Pero corre demasiado para que me agarren la mano, para ser tan valiente como para saltar a esa pelota impulsada por los brazos del poderoso titan que es Atlas. Por eso prefiero mantener mis ojos abiertos, antes de volar directo a la segunda estrella a la derecha directo hacia el amanecer, y mantenerme seguro en mi tiempo estanco, pero seguro.

viernes, 20 de enero de 2012

Parte 2: De generación en generación.

Julián cogió las llaves, la cartera, el móvil y salió tranquilamente de su casa. Aún era temprano pero le gustaba llegar con tiempo a las clases. Además hoy se encontrará con Carolina. Sólo era su amiga, pero le encantaba. Cogió su vieja bicicleta y partió por su camino habitual. En un semáforo paró para esperar el permiso para cruzar y cuando lo hizo arrancó. Tuvo que dar un frenazo. Un coche de alta gama iba a toda velocidad y se saltó el semáforo. "Idiota" pensó.
Llegó poco después a la facultad, aparcó la bicicleta y se dirigió a la puerta donde vio a Carolina hablando con un chaval. El se acercó.
- ¡Hola!
- Hola Julián. Te presento a Carlos.
- Buenas - estrecharon las manos - veo que vienes en bicicleta, eso esta bien el deporte siempre es bueno. Pero ten cuidado que la gente va como loca por ahí.
- Lo se, lo se antes por poco me atropella un "flipao"
- Ya ves... Bueno yo me voy. Un placer.
Julián y Carolina le siguieron con la mirada. Vieron como se subía a un coche que estaba mal aparcado cerca.
- Será cabrón. Si es él, el que por poco me atropella.
- ¿El? ¿Seguro? Te estarás equivocando.
. Quizás. Bueno ¿vamos?
- Si.
Entraron en clase y ambos se olvidaron del tema. Quedaron para esa noche ya que se habían apuntado a unas clases de salsa. Cuando Julián llegó esa noche vio que carolina no estaba sola. Allí con ella estaba Carlos.
- Hola le he dicho a Carlos que venga ¿No te importa?
- En realidad yo insistí en venir, espero no aguarte la noche.
- No, no hay problema - gruño Julián.
Entraron y fueron y se fueron alternando para bailar con Carolina. Cuando acabaron las clases decidieron ir a tomar algo y a bailar algo más a un bar cercano.
- Bueno Carlos, ¿Qué tal si nos cuentas algo de ti? No te vi nunca por la facultad.
. Pues nada no estudio trabajo en la empresa de mi abuelo, soy encargado de una fábrica. Pulimentan botellas.
- ¿No será la que está en el polígono junto al vertedero de residuos verdes?
- Si allí mismo.
- Ahí fue donde nos conocimos - Intervino Carolina.
- He de admitir que la vi y aproveché a hablarle. Tenías la cara llena de tierra ¿recuerdas?
- - rió ella - tu muy amablemente y convenientemente me ofreciste tu camiseta para que me limpiara.
- Muy cierto, tu también lo habrías hecho ¿Eh? - dijo guiñando un ojo a Julián.
- Si, supongo.
- ¡Claro que si! Carolina ¿Bailamos?
- ¡Vamos! Ahora volvemos Julián.
Se fueron a bailar algo de salsa y Julián se quedó allí pensando. Veía que estaba de aguanta velas. Se sentía mal. Carolina le gustaba y veía como Carlos se le adelantaba. Los miró bailando "Que bien se arrima" pensó resignado. Cogió la botella y se quedó contemplando la sala. Volvió a posar la vista en ellos. Se estaban besando. El pobre Julián se sintió horrible. Cogió el móvil le envió un Whatsapp a Carolina se levantó y se fue.
Al día siguiente Julián despertó por el sonido de su móvil. No lo miró enseguida y quedó mirando al techo. "Que mala suerte, joder" pensó. Se levantó y buscó su móvil entre sus pantalones, tenía un mensaje.
"Carolina me ha dado tu número. Creo que estás molesto conmigo. Quedemos y lo hablamos. A las 11.00 en la fábrica. Carlos"
Lo leyó con mala cara. Que podría querer decirle, nada que calmara su mal estar eso seguro. Se duchó, se vistió y partió hacia la fábrica. Eran las 10.30 llegaba con media hora de adelanto. Entró. No se parecía nada a las descripciones que le contaba su abuelo cuando le ayudaba en la librería. Preguntó a un trabajador donde podía encontrar el despacho del encargado.
- Al otro lado de los vestuarios, por esa puerta - le indicaron.
Se dirigió allí. Miraba todo con interés esperando encontrar algo familiar de las historias de su abuelo, pero no quedaba ya nada. Todo estaba muy informatizado. Pasó los vestuarios y llegó a la oficina. No había nadie y la puerta estaba abierta así que entró. Era una oficina muy austera. Tan solo archivos en un mueble un par de plantas y una mesa vacía. Recorrió la estancia. "Parece cómoda" y se sentó en el asiento del encagado, de Carlos.
- Mmm - se reclinó y cerró los ojos.
Un golpe sobre la mesa le sobresaltó. Tres hombres vestidos con ropas viejas estaban delante de el.
- ¿El señor Carlos de las Cuevas?
- ¿Eh? No, no soy Julián, un amigo, bueno, conocido suyo.
- Ya, seguro. Nos manda Don Miguel. Así que escucha bien. Tu tiempo se acaba en la fábrica o la remontas o te vas a la puta calle ¿Queda claro?
- No soy Carlos, ya lo he dicho.
- Niño no me vaciles, suerte que eres el nieto de quién eres sino te partía la puta cara de mimado que tienes.
- Que no soy Carlos ¿te lo digo en morse? - Julián se levantó y se fue para la puerta. Más vale quitarse de en medio.
- Nos ha salido chulo el niño - rieron los tres. Uno se acercó y lo cogió del brazo.
- Danos las cuentas, hemos de llevarla.
- ¡Que no soy yo! No tengo ni idea donde están.
- Tu abuelo, dijo que pedirías tiempo. Dijo que si no nos las dabas te dejáramos un recordatorio, que un niñato como tu no le traía en importancia, tiene más esperanzas en tu hermano.
- ¡Dejarme en paz! - grito Julián, asustado ya, mientras intentaba soltarse.
- Bueno, lo hemos intentado.
Los tres se abalanzaron sobre el y empezaron a golpearle. Julián quedó allí tendido, inconsciente, con la nariz rota, algún dedo en una dirección que no debía y totalmente amoratado.
Despertó en urgencias del hospital. Le costaba respirar y no podía mover la mano. Se levantó. Vio a su abuelo Luis y a Carlos. Su abuelo le estaba gritando. No entendía nada. Carlos estaba blanco y parecía que había visto un fantasma.
- Abuelo...
Carlos y Luis se giraron. Vieron que estaba intentando levantarse. Su abuelo corrió y lo empujo hacia atrás.
- No te levantes, todavía, espera a que venga la enfermera.
- ¿Qué haces aquí?
- Llamaron a casa, tus padres trabajaban y solo estaba yo, además me dijeron que estabas en la fabrica de De las cuevas...
- Lo siento - intervino Carlos.
- Calla la boca imbécil - le espetó Luis.
- No abuelo solo ha sido un error... - tosió.
- Calla ya. ¿Que te tengo dicho? si conoces a alguien de la familia De las Cuevas aléjate, no son gente limpia. ¿No recuerdas mis historias?
- Señor yo no...
- Calla. No quiero oírte hablar más.
- El no tiene porque ser así, abuelo...
- Si, claro que sí. Todos lo son.
En ese momento llegó la enfermera. Le hizo una última observación y le dio el alta. Varios días en cama. Pasaron los días. Sólo Carolina le visitó, pero poco rato cada vez. Siempre había quedado con Carlos. Siempre Carlos. Aún así esos ratos le eran suficientes para el. Cuando estuvo recuperado del todo volvió a las clases. Pasó un par de meses antes de volver a ver a Carlos pero una noche, quedó con Carolina y este iba con ella.
- Buenas ¿Cómo estas?
- Aún me duele la mano, pero bien. ¿Y tu que tal? Creo que no estás muy unido a tu familia.
- No mucho la verdad. 
- ¿Se arreglaron tus problemas?
- Mmm Preferiría no hablar de ello.
- Tiene gracia - intervino Carolina - Que os confundieran digo. ¡No os parecéis en nada!
- ¿No? - preguntaron al unisono.
- Uno descarado y el otro tímido. Un rubio y un moreno. ¡Claro que no! En la altura como mucho y creo que Julián es más alto. - Rieron y entraron en el bar. Esta vez dentro había algunos amigos más.
Esta vez la noche fue algo más amena pero en cuanto las cervezas empezaron a surtir efecto a Julián comenzó a hacersele la noche un poco pesada. Le dolía la mano y Carlos y Carolina no se despegaban. Se sentía incómodo. Se levanto y se preparó para irse.
- Julián ¿ya te vas? - Le preguntó Carolina.
- Si, estoy cansado.
- Bueno pues nada, el lunes nos vemos. Descansa. - Julián se dirigió a la puerta.
- ¡aguántala! - era Carlos el que le gritaba - Voy a aprovechar y me echo un piti.
- ¡Qué no fumes! - le dijo Carolina
- Solo es uno ¡ déjame! - todos los amigos rieron.
Mientras Julián esperaba en la puerta. Vio entonces acercarse un coche desde lo lejos a toda velocidad. De un derrape paró delante de Julián. Bajaron tres tipos del coche. Eran los mismos de la otra vez.
- ¡Eh! Tu eres el gilipoyas que estaba en la fábrica. ¡Por equivocarnos Don Miguel nos ha echado! Entre ese estúpido nieto suyo y ese viejo librero inútil, le convencieron. Ahora tu y el, sobre todo Don Miguel vais a pagar por ello.
Dos de ellos se abalanzaron sobre el y lo cogieron en volandas, mientras el tercero abría el maletero. En ese momento salió Carlos.
- ¡Eh! ¡Quietos!- les gritó pero era demasiado tarde. Cerraron el maletero y salieron a toda velocidad.
Carlos quedó allí con cara de tonto. Mil pensamientos se le pasaban por la cabeza. Que hacía que debía de hacer. ¿Se habían vuelto a equivocar? estaba seguro de que su abuelo los había echado...
Salió corriendo. Iría a buscar al abuelo de Julián, sabía que le odiaba, solo ser nieto de quien era, pero el viejo le caía bien y seguro sabría que hacer. Llegó a la casa de Julián y cual fue su sorpresa al ver fuego. La librería de Luis estaba ardiendo. Luis estaba sentado en la acera de enfrente con la cabeza metida entre los brazos mientras los bomberos se afanaban por apagar el fuego.
- Señor Luis, Señor Luis - Ni levanto la cabeza. - Señor Luis ¡han cogido a Julián!
- Lo se, pequeño imbécil. - Le tendió una mano. Había un papel en ella. Carlos lo cogió y leyó "Viego un regalo pa uhté, mientra noh divetiremoh con su nieto. Able aora con su amigo. Qeremos un miyón."
- Lo siento...
- ¡Que te calles! Esto no es culpa tuya. Es tu abuelo como siempre tu abuelo. Ni siquiera es capaz de mantener a sus hombres a raya. Demasiado, esto es demasiado... lo va a pagar ellos y tu abuelo...
- Señor...
- ¡Si lo vas a defender lárgate de aquí! ¡Sois toda la familia igual! ¡Unos cabrones!
- ¡Señor! Quiero ayudarle. Mi abuelo no para de cometer errores ¡y un amigo mío se ha visto implicado dos veces! Le debo esto... además se que a el le gusta Carolina...
- ¡Já! incluso así sois unos cabrones los De las Cuevas. Ayúdame a levantarme, la rodilla me esta matando. Hemos de movernos.
- ¿No deberíamos llamar a la policía?
- Inútiles. Son unos inútiles. Seguro que acusarían a mi nieto de secuestrar a esos matones. Encarguémonos nosotros. Lo primero es cambiarme e ir a ver a tu abuelo.
- ¿a estas horas?
- ¿Me vas a ayudar o no?
- si...
- Pues entonces calla y vamos.

jueves, 19 de enero de 2012

Parte 1: Compañeros.

El sonar de la campana tras las horas de trabajo pulimentando botellas llegaba puntual, como siempre a las 20.00. Luis parsimonioso acababa la botella en la cual se había parado la cinta y se iba a los vestuarios. Se quitaba el mono que luego guardaba en su taquilla y cogía sus pertenencias. No tenía mucho solo una vieja cartera y las llaves de su pequeño piso de las afueras.
Se disponía a salir de los vestuarios cuando oyó que alguien le llamaba.
- ¡Luis!
- ¿Mmm?
- Te estaba buscando. Vamos a ir por unas cervezas al bar de al lado. ¿vienes?
- No, estoy cansado. Otro día quizás.
- ¡Vamos! No seas aburrido, además sabes que siempre se paran allí señoritas que por un módico precio ayudan a pasarlo bien.
- No, de verdad.
- Bueno, al menos ve y díselo a los chicos. Olvidé depurar la máquina y más vale que lo haga, diles que tardaré un rato.
- Vale. Hasta mañana.
Luis se fue. Pensaba en lo mal que sus compañeros hacían al gastar el poco dinero que conseguían en unas cuantas cervezas malas y unas putas baratas. El tenía otros planes para su dinero, no lo malgastaría así. A sus 25 años ya tenía bastante ahorrado y en otros 5 años más de aburrido trabajo podría montar su pequeño negocio. No le apetecía ver a esos estúpidos así que se fue.

Miguel cerró la puerta tras entrar en la fábrica y sonrió. Saco algo del bolsillo mientras andaba, era la cartera de Luis. "Ingenuo" pensó, miró cuanto dinero llevaba y se lo guardo. Tiró la cartera. Fue hacía la máquina en la que trabajaba se puso los guantes y se dispuso a activar el mecanismo de depuración. Era fácil, pero debía de hacerlo con cuidado, sino una gran cantidad de líquidos corrosivos se desparramarían por la fábrica y estropearía toda la maquinaria. Pulsó el botón, pero la máquina no funcionó. "Vaya se a vuelto a atascar" pensó. Se dirigió hacía las válvulas para bombearla manualmente, pero tampoco funcionó.
- ¡Estúpida máquina! ¡Tengo prisa! - Le gritó. Miró a su alrededor y vio el aceite para engrasar las válvulas.
- Joder esto me va a llevar una hora.
Miró la máquina y sin pensarlo dos veces la pateó. Se escuchó un sonido metálico y la máquina empezó a funcionar.
- ¡JA! Así que solo necesitabas que te dieran duro ¿eh nena?. Bueno ¡Vamos de fiesta! No te rompas ¿eh?
Pulsó el botón de apagado automático y se fue. La máquina siguió funcionando soltando en grandes bidones el corrosivo líquido que usaban con las botellas. Pero algo no iba bien, la patada hizo que un tubo se saliera de sitio y el líquido comenzó a derramarse primero poco a poco pero luego cada vez más.

Luis llegó puntual al trabajo. Era un empleado ejemplar. Siempre llegaba a su hora, no se quejaba de nada solo trabajaba y se iba. Aparcó su bicicleta donde siempre, amarrada a una farola y se dirigió a la entrada. Le llamó la atención ver varios coches de policía en la puerta del bar de al lado y que todos sus compañeros estaban en la puerta.
- Hola. ¿Qué ha pasado? - Todos se giraron, coreografiados, y le miraron.
- ¿Que has hecho Luis? - Era Miguel el que le hablaba. - ¿Qué has hecho? ¿Porque has tocado mi máquina?
- ¿Qué? Acabo de llegar.
- Apártense, apártense. ¿Es usted Luis Alonso? - Un policía se dirigió hacia el desde la fábrica.
- Si, soy yo.
- Acompáñeme entonces - Cogió a Luis del brazo y lo llevó dentro.

Le llevaron a la oficina del director de la fábrica. Allí estaba Tomás, el director, y dos policías más.
- Siente Luis - le dijo el director - podría usted explicarme que hacía anoche en la fábrica - le interpeló.
- Anoche no estuve aquí señor director. Acabe la jornada y me fui.
- ¿Si? Pues he de informarle que anoche hubo un escape en la máquina de líquidos y por ello han sido destrozadas varias de nuestras otras máquinas.
- No se nada de eso.
- Bien, Luis si usted no estuvo en la fábrica ¿Qué hacía esto aquí?- intervino el policía mostrando su cartera.
- Pensé que la había olvidado en mi taquilla.
- No Luis - era el director quien hablaba ahora - estaba en el suelo fuera de su zona de trabajo, cerca de la máquina.
- No pasé por esa zona en todo el día.
- Resultaría extraño en usted, si, pero hemos interrogado a otros de los empleados y ninguno estuvo allí tras la jornada usted fue el último en salir según todos.
- Recuerdo que Miguel fue a arreglar la máquina...
- Si ya nos ha contado - le interrumpió el director - Le pidió que fuera a avisar a sus compañeros mientras el lo hacía, pero nadie le vio por allí.
- Simplemente me fui.
- Nadie le vio irse y Miguel estuvo toda la noche en el prostíbulo. Hay testigos.
- Pero ¿Qué interés tendría yo en estropear la máquina? - Empezaba a sudar, parecía que ya estaban convencidos de su culpabilidad.
- ¿Que hacía su cartera allí entonces? ¡Responda! - Le presionó el policía.
- He dicho que lo sé.
- Bueno Luis. no tenemos manera de saber que pasó, pero ante los hechos y que es usted quién tiene más indicios de haber estado allí y debido a la cuantía de los daños queda usted despedido.
- ¿¡Qué?! ¡Pero yo no he estado allí! ¡No he hecho nada!
- No hay más que hablar. Retírese. 

Luis salió de la fábrica muy alterado.
- ¡Eh! ¿Luis que ha pasado? ¿Qué has hecho? - Era Miguel.
- ¿Qué? ¡Hijo de puta! - le gritó y acto seguido le golpeó en la cara partiendole la nariz. Todos se abalanzaron sobre Miguel y comenzaron a lanzar improperios contra Luis. Se giró y salió corriendo, no quería que le vieran llorar. Ahí quedaban sus esperanzas después de esto sería difícil encontrar otro trabajo. Todo era un error un maldito error.